Sobre las prácticas pre profesionales - Parte 2

La relación practicante-empleador
Hay una constante en la existencia de las prácticas antiprofesionales: la crisis, o las deficiencias estructurales de la economía hace que muchos colegas terminen justificando y achacando todo al sistema (o modelo de libre mercado) y/o amparándose en regímenes laborales “dentro del marco legal”. Sin embargo, se suele reinterpretar y extremar dichos regímenes para ahorrar recursos y tiempo a costa de los practicantes. Ojo, la solución no solo sugiere el rechazo a las prácticas abusivas (siempre habrá quien se tire al piso), la solución también pasa con no seguir fomentando estas seudoprácticas, no difundirlas “y ver si alguien cae”.
Sabemos que muchos optan la costumbre del facilismo al estilo: “¿porqué lo voy a hacer, si lo puede hacer el practicante?”, hay una suerte de desconsideración hacia ellos por puro prejuicio cuando quizá tengan aptitudes superiores a las del empleador mismo. La contradicción surge cuando se les dan tareas y horarios en desmedro del tiempo que deben asistir a sus clases en la universidad, y se espera que el chico o chica aguante hasta el próximo reemplazo y en las mismas condiciones. La idea es corregir la mentalidad respecto de cómo formar al profesional “en cancha” y concebir una cordial relación profesional.Es sintomática la obsesión por la obtención más pronta de resultados para satisfacer a los usuarios (y superiores en la cadena de mando). Sin embargo, para que estos sonrían nuestros practicantes deben sonreír primero. Los absorbentes horarios e injustos salarios (o “propinas”) neutralizan la capacidad de inspiración y valoración como parte de un equipo del que se deben sentir miembros naturales. Requerir practicantes no es reclutar un pelotón de “chacales”, es asumir una responsabilidad con ellos en un proceso de aprendizaje mutuo, pues al mismo tiempo se está al tanto de lo nuevo que se aprende en la universidad, y de cómo todo se coteja en la realidad.

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